22.7.12

Los diarios de Charles Bukowski (I)

El escritor Charles Bukowski llevó un diario donde dejó registro de su procesos creativos y otros temas. El libro se llamó El capitán ha salido a comer y los marineros han tomado el barco y fue editado por Anagrama. Está ilustrado por Robert Crumb, del cual compartimos también aquí un dibujo. Aquí va una entrada de ese diario en el que el viejo Charles hablando de música, cine y fundamentalmente, de escritura. Con este posts comenzamos una serie que tienen como protagonistas a Diarios personales, de los que en El Bazar somos fanáticos.

27/02/93 12.56 h
El capitán ha salido a comer y los marineros han tomado el barco.
¡Por qué hay tan poca gente interesante? De entre todos los millones, ¿por qué no hay unos cuantos? ¿Tenemos que continuar viviendo con esta monótona y pesada especie? Parece como si su único acto posible fuera la Violencia. Eso se les da muy bien. Les hace florecer de verdad. Flores de mierda, apestando nuestras posibilidades. El problema es que tengo que seguir interactuando con ellos. Es decir, si quiero que las luces se enciendan, si quiero que me reparen este ordenador, si quiero tirar de la cadena, comprar un neumático nuevo, sacarme un diento o que me abran las tripas, tengo que seguir interactuando. Tengo que contar con esos jodidos para las pequeñas necesidades, por mucho que ellos mismos me horroricen. decir que horrorizan es ser amable.
Pero me machacan la conciencia con su fracaso en las áreas más elementales. Por ejemplo, todos los días, cuando voy al hipódromo en el coche, no hago más que sintonizar diferentes emisoras en la radio, buscando música, música decente. Pero todo lo que suena es malo, plano; no tiene vida, ni melodía, ni fuerza. Y sin embargo, algunas de esas composiciones se venden a millones, y sus creadores se consideran verdaderos Artistas. Es horrible, una horrible aguachirle que entra en las mentes de cabeza jóvenes. Les gusta. Dios mío, les das mierda y se la comen. ¿No tienen discernimiento? ¿No tienen oídos? ¿No perciben la adulteración la ranciedad?.
No me puedo creer que no haya nada. No hago más que apretar el botón, en busca de nuevas emisoras. Hace menos de un año que tengo el coche, y el botón de la radio tiene la pintura negra completamente desgastada. Se ha quedado blanco, marfileño, mirándome.
Bueno, sí, está la música clásica. Al final, siempre tengo que volver a ella. Pero sé que siempre la tendré. La escucho durante 3 o 4 horas todas las noches. Aun así, sigo buscando otro tipo de música. Pero no la hay. Debería haberla. Me preocupa. Se nos ha escamotado toda un área de nuestra existencia. Pensad en toda la gente que nunca ha escuchado música decente. No me sorprende que se les caiga la cara a pedazos, que se maten unos a otros sin pensarlo siquiera, que no tengan corazón.
Bueno, ¿y qué puedo hacer? Nada.
Las películas son igual de malas. Escucho o leo a los críticos. Una gran película, te dicen. Y voy a ver la mencionada película. Y me quedo allí sentado sintiéndome un maldito imbécil, sintiendo que me han robado, engañado. Y sé lo que va a pasar en cada escena antes de que ocurra. Y las previsibles motivaciones de los personajes, lo que les impulsa a actuar, lo que buscan, lo que consideran importante, es tan juvenil y patético, tan burdo y aburrido. Las escenas de amor son mortificantes, anticuadas, papilla preciosista.
Creo que la mayoría de la gente ve demasiadas películas. Y los críticos, desde luego. Cuando dicen que una película es muy buena, quieren decir que lo es en relación con las demás películas que han visto. Han perdido la perspectiva. Cada vez los golpean más y más películas. Ya no disciernen, se han perdido en la maraña. Han olvidado lo que realmente apesta, que es casi todo lo que ven.
Y en cuanto a la televisión, mejor ni hablar de ella.
Y como escritor... ¿lo soy? Ah, bueno. Como escritor tengo problemas para leer las cosas que escriben los demás. No me dicen nada. Para empezar, no saben cómo poner una línea, un párrafo, en la página. No tienes más que mirar el texto impreso, de lejos, y ya te parece aburrido. Y cuando te acercas y lo lees, es peor que aburrido. No tiene ritmo. No tiene sorpresa, ni frescura. No tiene riesgo, ni fuego, ni jugo. ¿Qué es lo que están haciendo? Parece un trabajo duro. No me sorprende que la mayoría de los escritores afirmen que les resulta doloroso escribir. Eso lo puedo comprender.
A veces, cuando mi propia escritura no ha rugido, he intentado otras cosas. He rociado de vino las páginas, les he arrimado una cerilla para agujerearlas con la llama "¿Qué estás HACIENDO ahí dentro? ¡Huele a humo!" "No, tranquila, nena, no pasa nada..."
Una vez se prendió fuego la papelera y la saqué corriendo al balcón y le eché cerveza por encima.
Para mi propia escritura, me gusta ver los combates de boxeo, ver cómo se usa la izquierda, el derechazo, el gancho izquierdo, el uppercut, el revés. Me gusta ver cómo se enzarzan, como se separan de la lona. Hay algo ahí que aprender, algo que aplicar al arte de la escritura, a la manera de escribir. Tienes una sola oportunidad y se acabó. Sólo quedan páginas, así que más te vale que echen humo.
La música clásica, los puros, el ordenador, hacen que la escritura baile, grite, ría. Esta pesadilla de vida ayuda también.
Todos los días, cuando entro en el hipódromo, sé que estoy reduciendo a mierda mis horas. Pero me queda la noche. ¿Qué hacen los demás escritores? ¿Mirarse al espejo y examinarse los lóbulos de las orejas? Y luego escribir sobre ellos. O sobre sus madres. O sobre cómo Salvar al Mundo. Bueno, lo pueden salvar por mí, pero no escribiendo esas cosas aburridas. Esa aguachirle floja y desbravada. ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! Necesito algo que leer. ¿No hay nada que leer? Creo que no. Si lo encontráis, avisadme. No, mejor que no. Ya lo sé: vosotros lo habéis escrito. Olvidémoslo. Que os den morcilla.
Recuerdo una larga e iracunda carta que recibí un día de un hombre que me decía que no tenía derecho a decir que no me gustaba Shakespeare. Demasiados jóvenes me creerían y no se molestarían en leer a Shakespeare. No tenía derecho a adoptar esa postura. Seguía y seguía con ese rollo. No le contesté. Pero lo haré aquí.
Que ten por el culo, compañero ¡Y tampoco me gusta Tolstoi!.

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